jueves, 4 de noviembre de 2010


Los problemas de los ruidos
La contaminación sonora es algo con lo que lidiamos día a día. Convivir diariamente con ruidos no sólo puede tener consecuencias irreversibles en las estructuras del oído y provocar sordera, sino que aumenta considerablemente el riesgo de padecer un accidente vascular, altera el sueño y dispara los niveles de estrés>
produciendo incluso falta de deseo sexual
Se ha constatado también que las personas que soportan día a día niveles sonoros extremos padecen cansancio crónico, tienen hipertensión, cambios en la composición química de la sangre, entre otros problemas.
Los habitantes de las ciudades vivimos rodeados de sonidos que, muchas veces, alcanzan el nivel de ruido, es decir, se vuelven molestos o provocan trastornos. Vivir en una gran ciudad tiene muchas ventajas pero también puede traer serias afecciones a la salud.
Muchas veces sentimos una sensación molesta ocasionada por sonidos no deseados, originados en diferentes actividades, tales como el tráfico vehicular, bocinas y radios de automóviles, discotecas, aeropuertos e industrias, entre otras; tan molestos ruidos generan la denominada contaminación auditiva, entendiéndose ésta como la emisión de ruidos que atenten contra la salud, la seguridad de los seres vivos o el disfrute de la naturaleza.
Existe documentación sobre las molestias de los ruidos en las ciudades desde la antigüedad, pero es a partir del siglo pasado, como consecuencia de la Revolución Industrial, del desarrollo de nuevos medios de transporte y del crecimiento de las ciudades cuando comienza a aparecer realmente el problema de la contaminación acústica urbana. Las causas fundamentales son, entre otras, el aumento espectacular del parque automovilístico en los últimos años y el hecho particular de que las ciudades no habían sido concebidas para soportar los medios de transporte, con calles angostas y firmes poco adecuados.
Así, los sonidos muy fuertes provocan diversas molestias en los seres humanos, de hecho estas pueden ir desde un desagrado hasta daños que pueden ser irreversibles. Así, la presión de la audición se mide a través de decibeles (dB) y los que son especialmente molestos son los tonos altos (dB-A). De esta manera, la presión acústica se vuelve dañina a unos 75 dB-A y dolorosa cuando se presentan alrededor de los 120 dB-A.
Por ejemplo un oído que ha estado expuesto a 2 horas de 100 dB (es decir una discoteca ruidosa) necesita unas 16 horas de reposo para compensar esas dos horas. Así, si la persona va a un concierto de música donde toca alguna banda muy ruidosa y llega a una exposición de más de 120 dB se puede llegar a causar daño en las células sensibles al sonido del oído interno provocando pérdidas de audición.
Es un hecho incuestionable que la contaminación acústica invade todos los ambientes, afectándonos tanto en nuestro puesto de trabajo como en nuestros momentos de ocio. Por los altos niveles de ruido, cuatro de cada cinco habitantes de ciudades industrializadas padecen algún tipo de deficiencia auditiva; sin embargo, pocos son los que se percatan de su problema.

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