Vertedero Rafey reduce su vida útil
Por Isabel Guzmán y Miguel Ponce
SANTIAGO. A pesar de que la idea era hacer un relleno sanitario moderno, lo que se logró en Rafey fue un vertedero controlado que ha disminuido la contaminación y los malos olores en sus alrededores.
La aclaración la hace Irving Vargas, quien se desempeñará como asesor técnico de la administración municipal que se instalará en agosto próximo. El ingeniero asegura que la vida útil del relleno sanitario, inaugurado en abril pasado por el alcalde José Enrique Sued, de no recibir algunas remodelaciones, sólo será de cinco años.Explica que lo realizado difiere mucho del proyecto original en el que participó, durante la gestión del síndico Héctor Grullón Moronta. En ese entonces, se había planificado su construcción en el sector El Naranjo.Luego de muchos debates, sin embargo, se llegó a la conclusión de realizar una propuesta intermedia.El técnico asegura que se quiso hacer un proyecto modelo de relleno sanitario, pero se obviaron muchos aspectos técnicos, como el de controlar los líquidos lixiviados de la humedad de la basura y de las aguas que caen en la zona, las que, al no tener controles, van a una cañada y posteriormente al río Yaque del Norte. “Lo que se puede exhibir como logro del trabajo realizado es que han logrado disminuir la humareda y, en consecuencia, hay menos contaminación atmosférica y menos malos olores”, sostiene.Ante la realidad, considera que la nueva administración municipal tendrá que invertir en una solución intermedia. Además, dice que se aplicará un sistema de reciclaje inmediato y en el segundo año se propondrán generar 30 megavatios, usando los desechos que genera la basura de la ciudad y que se calcula en unas 900 toneladas diarias.“La basura en Santiago se va a convertir en un gran negocio y nosotros, como seres humanos de este tiempo, tenemos que reciclar, reutilizar, para que ese espacio tenga la menor cantidad de residuos para poder alargar su vida útil”, precisa.Vecinos de zonas aledañas al relleno se refieren a su experiencia antes y después de los trabajos realizados por el ayuntamiento, iniciados hace varios años, y cuyo costo ascendió a 700 millones pesos.El pastor Pablo Ureña, quien trabaja con niños buzos a través del programa “Niños con una Esperanza”, asegura que las condiciones ambientales de la zona han mejorado y, aunque no es técnico en el área, considera que lo se construyó allí no reúne las condiciones para ser un relleno sanitario.
Por Isabel Guzmán y Miguel Ponce
SANTIAGO. A pesar de que la idea era hacer un relleno sanitario moderno, lo que se logró en Rafey fue un vertedero controlado que ha disminuido la contaminación y los malos olores en sus alrededores.
La aclaración la hace Irving Vargas, quien se desempeñará como asesor técnico de la administración municipal que se instalará en agosto próximo. El ingeniero asegura que la vida útil del relleno sanitario, inaugurado en abril pasado por el alcalde José Enrique Sued, de no recibir algunas remodelaciones, sólo será de cinco años.Explica que lo realizado difiere mucho del proyecto original en el que participó, durante la gestión del síndico Héctor Grullón Moronta. En ese entonces, se había planificado su construcción en el sector El Naranjo.Luego de muchos debates, sin embargo, se llegó a la conclusión de realizar una propuesta intermedia.El técnico asegura que se quiso hacer un proyecto modelo de relleno sanitario, pero se obviaron muchos aspectos técnicos, como el de controlar los líquidos lixiviados de la humedad de la basura y de las aguas que caen en la zona, las que, al no tener controles, van a una cañada y posteriormente al río Yaque del Norte. “Lo que se puede exhibir como logro del trabajo realizado es que han logrado disminuir la humareda y, en consecuencia, hay menos contaminación atmosférica y menos malos olores”, sostiene.Ante la realidad, considera que la nueva administración municipal tendrá que invertir en una solución intermedia. Además, dice que se aplicará un sistema de reciclaje inmediato y en el segundo año se propondrán generar 30 megavatios, usando los desechos que genera la basura de la ciudad y que se calcula en unas 900 toneladas diarias.“La basura en Santiago se va a convertir en un gran negocio y nosotros, como seres humanos de este tiempo, tenemos que reciclar, reutilizar, para que ese espacio tenga la menor cantidad de residuos para poder alargar su vida útil”, precisa.Vecinos de zonas aledañas al relleno se refieren a su experiencia antes y después de los trabajos realizados por el ayuntamiento, iniciados hace varios años, y cuyo costo ascendió a 700 millones pesos.El pastor Pablo Ureña, quien trabaja con niños buzos a través del programa “Niños con una Esperanza”, asegura que las condiciones ambientales de la zona han mejorado y, aunque no es técnico en el área, considera que lo se construyó allí no reúne las condiciones para ser un relleno sanitario.
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